De mis nueves meses de abismo solo recuerdo
lo mucho que te eché por ese tiempo de menos. No sólo tuve vedado tocarte,
verte… sino que mi cabeza se ofrecía en bandeja de plata si tanteaba la
posibilidad de pensarte… Pero yo te pensaba, a menudo sin querer y por razones
taxativas al subconsciente; y te soñaba en situaciones… En situaciones extrañas,
llamémoslo así. Y bueno, al final resultó que cuando esos nueve meses llegaron
a su fin tú estuviste ahí, quizá casualidad, quizá porque te salía de dentro
estar o mitad y mitad; lo cierto es que pienso que no podía ser de otra manera…
Tú tenías que abrirme los ojos y hacerme contar los números más rápido…Y así fue como volviste a ser el pilar más
importante; el abrazo, el amigo, las ganas, la risa…
¿Y que puedo decir ahora?
Cuando abro los ojos soy tu títere. Me tienes cogida por tus hilos. Me desequilibras, me desangras, me
hieres, me castigas, me destrozas, me fallas, me quiebras, me cortas y me
disgregas. La inseguridad supera hoy cada miedo, pero me apetece saltar aún.
Como si fuera tu kamikaze. Lo mismo si salto me recompongo y deja de dolerme
que no confíes en mí. O a lo mejor es que tú también tienes miedo. Más que yo
incluso. Él también desconfiaba y tenía miedo y hacía de mí mitades y puzzles
enteros, y nunca saltaba.
Podías haber avisado. Habría tenido algodón y alcohol 96 a mano… O algún
ibuprofeno por si acaso tus quebraderos de cabeza solo fueran un método cruel
para hacerme sentir más humana. Y si me exiges y me apuras, también música de
jazz para hacer el momento menos traumático, más sutil. Y confeti, fuegos
artificiales y luces de fiesta para hacer de todo éste extraño cúmulo de causas
pérdidas, no un drama sino una feria. Quién sabe si un circo. O un
espectáculo...
... de marionetas.
¿Por qué sabes otra cosa? Él un día al fin se
atrevió a saltar.
¿Y sabes qué fue lo peor...?
Ése salto nunca fue conmigo.
¿Y sabes qué fue lo peor...?
Ése salto nunca fue conmigo.